lunes

Ascensión al Aneto 3.404m

Para la ascensión del Aneto, nos preparamos a conciencia una semana en Soria para una mejor aclimatación en las cumbres del Pirineo Aragonés.
Desde el Valle de Bensque siguiendo la carretera que da acceso al aparcamiento del antiguo hospital, dejamos atrás la civilización y un autobús nos acercó hasta el pie de una senda que bifurcaba entre Aigualluts y el refugio de la Renclusa a 2.140 metros de altitud. Recuerdo que el tramo hasta la zona del refugio fue algo duro, pues no teníamos porteadores y tuvimos que cargar con la tienda y todo el material para instalar el campamento base. Así pues a eso de las 6 de la tarde teníamos ya todo organizado entre el refugio y el río. No fue hasta las 23:30 que no anocheció completamente, momento en que pudimos descansar.
Lo normal es iniciar la ascensión sobre las 5 de la mañana para así llegar temprano, pues durante la tarde normalmente se levanta mal tiempo. Mi compañero Arnau y yo nos dispusimos en ruta a las 2 de la mañana para llegar antes a cima. Dejamos la tienda y todo el material innecesario en el campo base. Al ser mi primera ascensión al Aneto, desconocíamos a ciencia exacta el camino. Poco a poco empezamos a ascender, hasta que llegamos a lo que se conoce como “ El Portillón”, un conglomerado de precipicios y pedregales que separa la Maladeta del Aneto. Recuerdo que fue bastante agotador el momento de incertidumbre, seguimos ascendiendo por el Portillón hasta llegar prácticamente a cima de Maladeta, no encontrábamos el paso… peligrosamente ascendíamos, durante un momento dudé, pero me dispuse a escalar un tramo de roca desplomada sin ningún tipo de equipamiento ni seguros, algo arriesgado, pues se trataba de una pared de 5 metros, de nivel aproximado a un V+, pero de noche, con botas y una mochila en la espalda. Para nuestro pesar nos equivocamos de ruta por lo que tuvimos que retroceder hasta encontrar la sneda del Portillón que da acceso al Aneto. Finalmente, nos pusimos los crampones, y piolet en mano empezamos a ascender hacia la cumbre. A menos de hora y media para hacer cima, repentinamente me empezó a brotar sangre de la nariz.
se puede apreciar como taponé la herida

 Recuerdo un momento de incertidumbre en el cual pensé en todos los capítulos alpinísticos en los cuales han habido accidentes, muchos de ellos mortales. Es una sensación de aislamiento y soledad. Tan lejos de la civilización y malherido, te sientes bien sólo, pero ese sentimiento no me hizo retroceder, ni por asomo. Conseguí ponerme de pie y taponarme la herida como pude y seguí ascendiendo. Cruzamos el temeroso paso de mahoma, único acceso rodeado de magestuosos abismos a los lados y hicimos cima a eso de las 7:30 de la mañana. Fuimos los primeros en subir ese día y en parte estuvo bien hacerlo así porqué la nieve estaba más dura y la ascensión se convirtió en algo rápido.
El descenso un estuvo exento de sustos, tuvimos que acercarnos peligrosamente a un rio de agua helada que salía directamente de la cumbre para poder beber, pues apenas nos quedaban gotas en la cantimplora y no teníamos fogón para derretir el hielo.

Un punto destacado del descenso fue la prueba de fuego del piolet. Mientras bajábamos, nos topamos con una pared casi vertical y decidimos descender por la misma sin ningún tipo de seguro más que nuestro Piolet, como era de esperar y sin los crampones puestos, resbalé hacia el abismo y al momento reaccioné clavando la parte delgada del piolet en el hielo casi desecho por el  calor del día pero apenas me frenaba, de repente mi compañero, ya experimentado en la escalada de hielo, me gritó: utiliza la pala!! ( la otra parte del piolet) Al momento aprendí una gran lección de alpinismo, como si de un cinturón de seguridad se tratase me frené en seco, tensando cada uno de los músculos de mi brazo derecho. Una vez abajo le tocó a mi compañero descender por la misma pared vertical… Para empezar, no llevaba consigo la dragonera instalada correctamente, por lo que en un resbalón le saltó el piolet hacia abajo, momentáneamente empezó a caer vertiginosamente, la manera en que reaccioné evitó una tragedia mayor, en vez de apartarme para no chocar con el compañero, me dispuse fuerte para frenar su impacto, pues tras la pared se escondía un abismo de unos 80 metros de caída al vacío. Lo que sucedió en los instantes siguientes fue que se frenara sobre mi y que la providencia o mejor dicho la pericia de ambos lograse controlar la situación.
firstsummit
Durante el descenso cada vez me iba alejando más de mi compañero hasta llegar el punto de perdernos de vista mutuamente, igual que pasó con el camino, miraba de lado a lado desesperado y no encontraba ningún mojón en el camino ni señal que indicara donde tirar, así que seguí el curso de hasta 5 pequeños riachuelos bajando a veces por precipicios bien peligrosos. Finalmente a eso de las 11:30 llegué al campamento base bien cansado y sediento.


                                     parte 2: http://www.youtube.com/watch?v=xQdn8DcneEo&feature=related

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