Ante la monotonía y
la rapidez en la que consumimos nuestros días, he decidido tomar parte en un
nuevo desafío personal que espero completar a lo largo del año 2014. Se trata
de alcanzar un centenar de cimas emblemáticas de Cataluña propuestas entre una
lista de 308 picos seleccionados por el Comité de las 100 cimas. Mi objetivo no
es competir ni hacerlo rápidamente sino que pretendo alcanzar una visión más amplia
del territorio y rodearme de lo que amo que es la naturaleza.
No se trata tampoco de
hacer las cimas más complicadas del pirineo sino de mezclarme con la naturaleza
y alcanzar un estado de satisfacción por haber conocido nuevos parajes y
compartir numerosas experiencias con amigos y compañeros de aventura. Sé que
algunas cimas las tendré que hacer en solitario, pero otras espero poder
alcanzarlas acompañado de todos aquellos que queráis participar en este
proyecto.
Cuando me marco un
objetivo llego siempre hasta el final cueste lo que cueste. Por muy alta que
sea una montaña, por muchos kilómetros que queden, sea el reto que sea, lo afrontamos un paso tras otro. Si, se nos puede
estropear el frontal en plena noche en medio de un glaciar (como sucedió en la
ascensión a los Picos del Infierno), podemos sufrir una hemorragia a pocos
metros de alcanzar la cumbre en el aneto, pero si afrontamos la adversidad con
valentía y nos secamos las lágrimas de dolor y agotamiento, dentro de nosotros
hay algo muy poderoso que está por encima de cualquier condición física, que es
nuestro corazón y nuestra mente.
Cuando afrontamos
retos de esta envergadura como por ejemplo el Ultra del Aneto o el del Pallars,
en los momentos de solitud es cuando te vienen a la mente todas las personas
que quieres y repasas cada una de las emociones vividas para darte cuenta de
que vale la pena lo que hiciste, lo que haces y lo que vas a hacer.